Origen de los enanos de jardín

Sea gracias a Amelie u otras películas o series conocidas, lo cierto es que muchas personas se han animado a traer a sus jardines a estos divertidos habitantes. ¿Pero sabemos cuál es realmente su origen? ¿Por qué colocar enanos en el jardín?

Como tantas otras tendencias culturales que datan de hace siglos, el origen está en esa búsqueda incesante del ser humano: la buena fortuna.

Cuando los enanos llegaron a los jardines, allá por el siglo el siglo XIX, lo hicieron con la promesa de que servirían para aportar una ración extra de buena suerte a quien los colocara. Se ha investigado su “lugar de nacimiento” y se dice que se encuentra en Graefenroda, en Alemania, de la mano de dos artesanos, Philipp Griebel y August Heissner.

Los crearon con el nombre de der Gartenzwerg y no tardaron en expandirlos más allá de su país a otros de Europa. En cuanto a su diseño, ya desde ese origen temprano poseían las características que todos conocemos: una larga barba blanca y un sombrero picudo, generalmente rojo. Es la iconografía que se ha convertido en parte de nuestra cultura popular y que todos recordamos de dibujos animados, por ejemplo… y seguramente será en lo primero en que pensemos a la hora de comprar nuestro primer enano de jardín.

La decadencia

Como tantas otras cosas que se perdieron en aquel tiempo, tras la Segunda Guerra Mundial la producción y la popularidad de los enanos de jardín decayó. No obstante, se ve que estos personajillos no podían estar fuera de nuestras vidas durante mucho tiempo, y a partir de los sesenta, una vez sanadas medianamente las cicatrices más sangrantes del conflicto, comenzó de nuevo su producción. Se empezaron a fabricar de manera un poco menos “clásica”, en plástico o resina, y nuevamente empezaron a ser utilizados en otras partes del mundo. Si tienes uno en tu jardín… ¡no dudes en enseñarnos la foto en los comentarios!

Fuente blogjardineria.com

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